Elige tu propia aventura:
RIDEF León 2012
I
Klaus. Es tu nombre. Podría haber
sido cualquier otro, pero así es la vida.
Natural
de Freinetlandia, un hermoso lugar que no ocupa ningún territorio, pero que
llena el corazón y los sueños de muchos docentes. Quién no ha soñado el sistema
educativo ideal, el centro ideal, el aula ideal.
Vienes
de ninguna parte y tampoco vas realmente a ninguna parte. Pero tu viaje pasa
por León.
León
es un animal regio, majestuoso, dominante, inmisericorde..., qué suerte que las
palabras sólo doten de naturaleza a sus referentes para los animistas... Pero,
quién no es un poco animista, quién no gusta de estas asociaciones de ideas.
¿Será un león la ciudad que ha de recibirte, la ciudad que ha de acogerte?
León
es una ciudad antigua y regia, moderna y viva. En León te espera la RIDEF 2012.
En León te esperan los compañeros españoles que la organizan. Y en León te
espera el mosaico de rostros y colores que verás y recordarás, de pieles y
calores que rozarás y estrecharás; el mosaico infinito de las sensaciones, las
emociones y las ideas que te acompañarán ya para siempre.
León.
España. España es un país interminable. parajes naturales, ciudades
monumentales, museos, edificios históricos y sobre todo..., bares, bares,
bares; qué lugares.
Klaus,
Klaus. Te has inscrito en ese Congreso Internacional, RIDEF 2012, para vivir
todo esto. Como a buen freinetiano, te gusta facilitar las cosas, colaborar
todo lo posible. Tu elevado sentido de la responsabilidad te ha hecho
apresurarte a formalizar tu inscripción en el primer momento, cumpliendo con
todos los trámites ”religiosamente”.
No
contento con ello, como buen freinetiano, has buscado romper el hielo a la
primera oportunidad, manteniendo un intercambio fluido de correos electrónicos
gracias a los que has entablado relación con algunos miembros de la
organización y te has puesto al día, porque, como indica tu nombre, un dejo
germánico marca su huella en todos tus actos, y no te gusta dejar al azar más
de lo necesario. En esto, este narrador no te ve nada freinetiano, o al menos
nada freinetiano español, claro..., ¡tan mediterráneos, qué le vamos a hacer!,
¡salvo los de la organización de esta RIDEF, claro está!
Te
ha sorprendido agradablemente el hecho de que exista una única dirección de
correo electrónico concreta para el contacto con los congresistas, desde la que
te han enviado un cúmulo de informaciones útiles, tanto sobre el desarrollo de
la RIDEF: horarios, talleres, comisiones, lugares...; como informaciones
prácticas; todo en tu idioma, pues desde esa dirección de correo se contesta en
inglés, francés o español.
Desde
la organización te han facilitado gentilmente horarios y estaciones de trenes y
autobuses regulares para llegar a León desde las principales ciudades de España
con aeropuerto: Madrid, Barcelona, Bilbao, Málaga. Con previsión compraste tus
billetes de avión y con tranquilidad realizaste tu viaje desde ninguna parte en
el corazón de ningún lugar. Y has llegado a Madrid.
Y
he aquí tu primer dilema... “¡Madrid, Madrid, Madrid; peazo...!” Cómo pasar por
Madrid sin vivir Madrid. El Museo del Prado, el parque del Retiro..., ¡y los
bares!
Si
decides disfrutar de los placeres que la ciudad de Madrid puede ofrecerte, has
descubierto el lado mediterráneo de la vida, bienvenido, pasa al capítulo II.
Si
decides tomar directamente un tren o autobús hacia León, ha triunfado tu lado
germánico, pasa al capítulo IV.
II
Has decidido disfrutar de Madrid.
Aprovechas para ello la lista de hoteles y restaurantes recomendables y no muy
caros que te han facilitado desde la organización.
Tras
resolver el trámite de alquilar habitación y comer, te decides a visitar el
Museo del Prado, por encima de todo alguien te ha recomendado en algún momento
que no dejes de ver a Goya, a El Greco, Tiziano, Murillo, Rubens...; pero no,
tienes claro que repartirás la hora y media que tu cuerpo y tu mente aguantan
delante de un cuadro entre sólo dos obras: El jardín de las delicias y Las
Meninas.
Con
los ojos borrachos de arte has ascendido por la cuesta de Mollano, parándote a
cada momento, retenido por un título interesante sobre un canto en piel, en
rústica; o por una revista imposible. Tienes que aprender español, Klaus, te
repites a cada nombre. El Retiro te espera, te abre sus rincones secretos, plenos de encanto,
para que te tiendas sobre la hierba y te pierdas por sus callejas entre los
setos; contemplas los lagos y visitas los palacetes; y el aroma de las
magnolias, las formas de los árboles extraños y los mil colores disparan tu
fantasía en los jardines, abiertos y cerrados. Te reclaman sus artistas
callejeros y sus adivinadores te hacen sonreír. No puedes evitarlo, el Retiro
te ha cautivado, eres suyo.
Tampoco
has podido evitarlo. Te sentaste en un banco, frente al Palacio de Cristal. La
belleza, el caer del agua, la puesta del sol. Te quedaste dormido. Al
despertar..., tu bolso de mano había desaparecido. ¡Y eso que te lo habían
advertido desde la organización de la RIDEF: “Cuidado con los robos al descuido
en las ciudades”!
Menos
mal que al menos tu lado germánico no estaba sepultado del todo en brazos de
Morfeo, sino sólo postergado. Menos mal que habías decidido dejar en la caja
fuerte del hotel lo más importante, tu documentación y la mayor parte del
dinero. Aun así, has perdido tu cámara. Hay que hacer algo.
Llamas
al número de teléfono de la persona de contacto en caso de emergencia en
Madrid, que aparecía en uno de los correos electrónicos que recibiste, y que
decidiste apuntar. De hecho aparecían números de teléfono para Madrid y para
León, uno por cada idioma: español, inglés y francés.
Al
otro lado del aparato te contesta una persona amablemente. En primer lugar te
sugiere que vayas a una comisaría de la policía nacional a poner una denuncia,
aunque ya te advierte de que lo mejor que puedes hacer es comprarte un bolso y
una cámara nuevos. Finalmente queda contigo en la Plaza de Cibeles para ir a la
comisaría de Huertas y poner la denuncia. Tras efectuar el trámite dejando un
teléfono de contacto a la policía por si acaso, te invita a una cervecita y te
deja en el autobús que para delante de tu hotel.
Llegas
al hotel, sin cámara pero contento. ¡Qué amables son los españoles! ¡Y qué
eficaces a la vez! Te preparas y sales a dar un paseo por el Madrid de los
Austrias. Cenas de tapas por los bares del centro. La noche es joven..., hasta
las tantas. No lo sabes, pero el colectivo te espera. Por cierto, mañana te
espera un día intenso.
Al
día siguiente, con algo de sueño y algo más, piensas que hoy llegarás a León.
Podrías avisar, vendría bien para que estuvieran preparados para recibirte;
pero por otra parte no te gusta molestar más de la cuenta.
Si
decides avisar a la organización, pasa al capítulo III.
Si
prefieres hacer las cosas por tu cuenta, pasa al capítulo IV.
III
Son las 16:30 del día 22. Acabas
de poner los pies en el andén de la estación de tren de León. El horario que te
habían dado te vino perfecto. Sacaste el billete por Internet desde tu
portátil, visitando la página de RENFE como te recomendaban en uno de los
correos informativos. Lo pagaste con tarjeta.
Te
han dado información sobre autobuses y taxis, pero aun así, tras llamar a
alguien en León, te han comunicado que, como hay bastante gente de la comisión
organizadora, hay algunos turnos de recogida de congresistas en las estaciones
de tren y autobuses en los días previos a la RIDEF para los que se adelantan, y
que se incrementarán cuando llegue el momento.
Tienes
que tomar una decisión. Te asusta un poco viajar en autobús, puede que te
pierdas. También podrías tomar un taxi. Por otra parte no tienes prisa, podrías
esperar al turno de recogida.
Dada
la amabilidad con que te trataron en Madrid, decides esperar al turno de
recogida tomando uno de los famosísimos bocadillos de cecina de León con un
vino en el bar de la estación. ¡Ay, España, León, los bares...!
Como
te habían dicho, una persona ha pasado por la estación a recogerte. Llegáis a
la residencia. Van a ser las 18:00 horas.
Pasa
al capítulo V.
IV
Son las 16:30 horas del día 22.
Acabas de poner los pies en el andén de la estación de tren de León. El horario
que te habían dado te vino perfecto. Sacaste el billete por Internet desde tu
portátil, visitando la página de RENFE como te recomendaban en uno de los
correos informativos. Lo pagaste con tarjeta.
No
te gusta molestar ni perder el tiempo, eso no casa con tu temperamento
germánico. Te han dado información sobre autobuses y taxis. Al final tomas un
taxi porque prefieres apearte en la misma puerta. Le das al taxista, escrita en
una nota, la dirección que te enviaron a través de un correo.
Llegas
a la residencia a las 17:00 horas. El conserje te avisa de que las personas de
la organización están trabajando en el colegio y que a las 18:00 horas pasará
alguien a recoger a los congresistas “madrugadores”. Lo hacen cada dos horas.
Le dejas el equipaje al conserje y sales a dar un paseo. No te gusta molestar.
Pasa
al capítulo V.
V
A las 18:00 horas, una persona de
la comisión organizadora te ha resuelto el problema del alojamiento. Ya tienes
una habitación que después tendrás que compartir: una nueva oportunidad de
conocer gente, siempre una aventura...
Has
preguntado por la cena. Al ser pronto todavía, se ha podido avisar al comedor y
puedes cenar con las personas de la organización, así los vas conociendo. Al
pagar a la persona que te ha recibido en la residencia y que se lo ha
comunicado al encargado de avisar en la cocina, te ha sorprendido lo barato del
precio.
Menos
mal, si hubiera sido más tarde, hubieras tenido que mirar la guía de bares y
restaurantes de León que te enviaron con otras informaciones prácticas en un
correo previo.
Sales
a la calle y, siguiendo las informaciones previas que te han mandado por
correo, buscas un cajero automático en las inmediaciones de la residencia.
Es
verdad, es muy pronto. Aún queda mucho tiempo para cenar. ¿Qué hacer? Podrías
dar un paseíto en soledad, un regalo silencioso para tus ojos. Por otra parte
podrías ir aún más lejos en tu espíritu cooperativo y echar una mano a la
organización.
Si
decides pasear, pasa al capítulo VI.
Si
decides ayudar, pasa al capítulo VII.
VI
Qué narices, al fin y al cabo
puede que no vuelvas a visitar León, así que te lanzas a dar un paseo
perdiéndote por la ciudad, ya tendrás tiempo de que te lo expliquen todo, de
que te cuenten las mil y una historias que se esconden detrás de cada piedra.
Qué
ciudad, se te han ido casi tres horas como un soplo. Esta ciudad no hace honor
a su nombre, o quizá sí, pero qué forma tan encantadora de hacerlo. Vamos para
la residencia que a las 21:00 horas se cena, encima de que te hacen el favor,
no llegues tarde, recuerda tu gen teutónico.
Pasa
al capítulo VIII.
VII
Te han preguntado por lo que se
te da mejor o en qué te gustaría participar. Al final te has integrado en un
grupo de trabajo que va ultimando la confección y colocación de carteles. Tu
precisión no deja pasar ningún detalle. Además te viene muy bien para ir
familiarizándote con todas las instalaciones.
Pasa
al capítulo VIII.
VIII
Son las 22:30 horas. Después de
cenar y darte una ducha y cambiarte en tu habitación, estás listo en la puerta
de la residencia, donde has quedado con todos para dar una vuelta y conocer
León la nuit...
Los
vinos buenos, las tapas mejores, la compañía excelente. Conversaciones abiertas
a la par que interesantes, unas profundas, otras trascendentes. Poco a poco la
noche se echa encima. Algunos se van retirando.
El
tiempo pasa. Los bares se suceden. No sabes cómo tu vino se convirtió en
cubata, así le llaman estos españoles a los “cacharren”. En los rostros de
otros ya habías creído adivinar, ahora se confirma, sí, son ellos, “oh mein
Gott”, has encontrado... al colectivo “hasta las tantas”, oh maravillosa magia
de las almas gemelas...
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